Feb

2022


PASTORAL

Día de la Virgen de Lourdes

Día Lourdes
Día Lourdes

El barrio de las Tenerías en Valladolid dispone de un origen remoto en la ciudad, cumpliendo en el núcleo antiguo cierto papel de arrabal, intensificado por los trabajos que se realizaban junto al Pisuerga. Sus casas eran modestas, propias de pellejeros, curtidores y hortelanos, además de mesones y los talleres sucesivos de los grandes imagineros. Toda su pequeña gran historia está reflejada en el callejero: Gregorio Fernández y Juan de Juni —los vecinos escultores—; Sancti Spiritus y Recoletas —por los conventos desaparecidos—; San Ildefonso, por su parroquia fundada en 1577; Curtidores y Tenerías, desde el ámbito laboral y, finalmente, Paulina Harriet, la fundadora del Colegio Nuestra Señora de Lourdes, en 1884, dirigido por los Hermanos de La Salle, cuyo fundador también tiene su plaza.

Pero la historia que hoy recordamos, había comenzado en un pueblo alejado, en los Pirineos, Lourdes, en la Francia del III Imperio bonapartista. Una niña asmática, llamada Bernadette Soubirous, se encontró con una extraña “Señora”, de gran belleza, “venía toda de blanco con un cinturón azul, un rosario entre sus dedos y una rosa dorada en cada pie”. La joven indicó que la saludó con la cabeza, siendo parca en palabras; hasta que un día, en uno de los sucesivos encuentros que se han llamado “apariciones”, se identificó: “yo soy la Inmaculada Concepción”. Bernadette, de catorce años, no sabía lo que significaban esas palabras. Hacía poco más de tres años, el papa Pío IX había definido solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción, tras siglos de controversias, peticiones y oposiciones. Aquello se estaba convirtiendo en una ratificación de lo que había proclamado el pontífice para toda la Iglesia. Las prevenciones se fueron despejando y ya, en 1862, el obispo de Tarbes, diócesis a la que pertenecía Lourdes, aprobaba lo que aquella niña había afirmado: la Señora vestida de blanco con la que se había encontrado Bernadette en dieciocho ocasiones, era a su juicio la Virgen, la que iba a empezar a conocerse como la Virgen de Lourdes. Disponiendo del apoyo de Roma, las apariciones se convirtieron en objeto de devoción en ámbitos mucho más alejados. No tardó en llegar hasta España. Valladolid celebraba, en 1877, la primera novena en honor a la Virgen de Lourdes en la parroquia de San Andrés, según informaba El Norte de Castilla.

Los vallisoletanos parecían gustar de esta devoción. Quizás los empujaban algunos franceses, habitantes habituales en la cotidianidad. Hubo empresarios, por ejemplo en el ramo de los curtidos, de aquella nacionalidad, que impulsaron el naciente despegue industrial de la ciudad. Juan Dibildos era uno de ellos, vecino de la parroquia de San Ildefonso, en la cual su esposa Paulina Harriet se preocupaba de la labor catequética de los niños. Con ellos, no debió ser extraña la fundación, en 1879, de la Asociación primero y Archicofradía después de la Virgen de Lourdes en aquella iglesia, sustituida hoy por un templo contemporáneo. En plena prosperidad de sus negocios, murió Juan Dibildos, y su esposa se hizo cargo del negocio, en compañía de sus hijos. Era una señora de coraje, decidida y de temperamento. Entendió que sus inquietudes educadoras —con un tono maternalista de empresario del XIX— la sobrepasaban. La costó convencer a los Hermanos de La Salle, pero fundó en 1884 una escuela gratuita para pobres, junto a la cual nació pronto un colegio de pago. Los maestros eran también franceses y ella pidió que el colegio llevase el nombre de Nuestra Señora de Lourdes.

Ya tenemos cofrades, alumnos, maestros, una fundadora, todos bajo la Virgen francesa, con fama de milagrosa para con los enfermos. Empezarán las peregrinaciones, se fundará en 1910 la Hospitalidad bajo su protección. Faltaba un escultor para plasmar, tanto en la parroquia como en el colegio, la iconografía de la “Señora vestida de blanco”. Fue Ramón Núñez, profesor y director de la Escuela de Artes y Oficios. Dentro de la iglesia de San Ildefonso, por encargo de la parroquia, construyó en 1916 una gruta imitando a la original, a la que viajó para conocer. En la nueva fachada del colegio de los Hermanos, elevó una magnífica estatua que, desde finales de 1923, rompe el cielo de Castilla, a las orillas del Pisuerga, como en Lourdes ocurre junto a las aguas heladas del Gave. Desde entonces, las Tenerías vallisoletanas son una prolongación de lo que empezó a ocurrir en un sencillo pueblo francés del que nadie había oído hablar. Todo comenzó un 11 de febrero de 1858.

Javier Burrieza

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