El día que comienza todo.

Después de varios días de nervios, preparar equipaje (algunas hasta con una semana de antelación, ¡qué previsión!), salimos con bastante puntualidad después de habernos organizado en los dos autocares que vinieron a buscarnos.

Tras una parada de avituallamiento llegamos a Bujedo. ¡Qué pasada de lugar! 

Rápidamente se presentaron Pady y su equipo de monitores de Las Cortas de Blas y nos organizaron por grupos mixtos. Hoy ha sido un día de muchas normas para que el resto de los días fluya con normalidad y no falte el respeto entre nosotros, hacia los hermanos de La Salle que habitan el monasterio y hacia el propio lugar que nos acoge.

Tras elegir cama o litera según correspondía y organizar un poco la ropa en el armario que tenemos junto a la cama, fuimos a comer: macarrones con tomate y chorizo, filetes de lomo adobado con patatas fritas y mandarina.

Si todos ponemos de nuestra parte saldrá todo mejor. Por eso, hemos colaborado en servir la mesa y después en recogerlas, procurando que quedara limpia para la cena. Después de lavarnos los dientes hemos jugado en las canchas: fútbol, voley, balón prisionero, baloncesto,...

A lo largo de la tarde hicimos una ginkana fotográfica y nos dieron un bocata y un batido de chocolate de merienda.

El momento de la ducha ha sido deseado y cronometrado. Deseado porque hoy hemos corrido mucho y ha hecho muy bueno, calor en algunos momentos, y la sudada ha sido considerable. Cronometrada porque Pady nos ha insistido y demostrado que en dos minutos da tiempo de sobra a mojarse, enjabonarse, frotarse bien y luego aclararse. Así que lo hemos puesto en práctica para reducir el consumo de agua dulce, algo en lo que hemos reflexionado en el último proyecto del curso sobre la huella ecólogica.

Tras la cena (puré de calabaza, pizza y ensalada, yogur), hemos realizado un juego nocturno con las linternas: Atrapa la bandera.

En breve, a la cama. Mañana, más.

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